Estelas ibéricas con lanzas y tropas auxiliares romanas en Cataluña
El hallazgo de varias estelas de piedra de época ibérica (siglos VI -I a.n.e.) con una decoración similar en diferentes lugares de Cataluña sugería un estudio de conjunto. Se trata de piezas esculpidas en forma de paralelepípedo rectangular a partir de un solo bloque de piedra autóctona de unas dimensiones medias de 130 cm de altura, 45 cm de ancho y 25 cm de profundidad. La primera de ellas fue localizada en 1879 en el barrio de Can Peixau de Badalona, a la que siguieron las dos estelas de San Sebastián de la Guarda (Palafrugell), la de Rubí y dos piezas más recuperadas en las alcantarillas de la ciudad romana de la misma Baetulo. A estos 5 ejemplares hay que sumar la estela de Tona, con unas dimensiones sensiblemente diferentes pero relacionada a nivel decorativo.
La particularidad de estas estelas, el rasgo diferencial que justifica un estudio de conjunto, es su decoración basada en series de lanzas dispuestas verticalmente. Estas lanzas, como espigas, se encuentran clavadas por la parte inferior en líneas horizontales que hacen las veces de suelo, de manera que las puntas de las lanzas quedan apuntando hacia arriba. Las diferencias de estilo -más o menos cuidadoso- y de técnica -algunas son esgrafiadas, otras esculpidas- así como la dispersión sobre el territorio de estas piezas, nos demuestran que no provienen de un mismo taller o escultor. Además, los yacimientos con los que se relacionan pertenecen a tres pueblos ibéricos diferentes: layetanos, ausetanos e indigetes.
¿Cuál es, pues, su relación? Creemos que dada la poca representatividad sobre el territorio no formaban parte de ningún ritual autóctono, sino extranjero. Y de hecho, existe una zona en la Península Ibérica con una alta concentración de este tipo de estelas: el Bajo Aragón. El célebre filósofo Aristóteles dejó escrito que los íberos tenían la costumbre de clavar lanzas junto a la tumba de un guerrero; tantas como enemigos había abatido en vida. Seguramente esto fue cierto en el siglo IV a.n.e. y posteriormente este ritual debió de evolucionar hacia una representación escultórica sobre piedra, mucho más perenne. Así pues, sabemos que las estelas catalanas pertenecían a grupos de personas procedentes del Bajo Aragón que formaban parte de un estamento guerrero.
Por desgracia, ninguna de las piezas de Cataluña ni tampoco del Bajo Aragón ha sido recuperada in situ en estratos arqueológicos, lo que significa que no conocemos su cronología exacta. Sin embargo, a partir de diferentes parámetros y teniendo en cuenta las particularidades de cada ejemplar, se ha podido establecer una cronología aproximada de entre los años 130 y 75 a.n.e. En ese momento, el territorio de la actual Cataluña estaba ya bajo dominación romana y las estelas catalanas se encuentran sobre -o muy próximas- los pocos yacimientos iberorromanos que conocemos de finales del siglo II.
A lo largo de su historia, Roma supo utilizar y sacar provecho de las tropas indígenas en las guerras que llevaba a cabo fuera de Italia. Teniendo en cuenta todos estos factores, llegamos a la conclusión de que estas estelas son un testimonio del paso de tropas íberas procedentes del Bajo Aragón por diferentes estaciones o centros de reclutamiento y logísticos romanos, ubicados, como no puede ser de otra manera, en algunas de las vías de comunicación más importantes de la época. Estas tropas procedían del suroeste y se dirigían al norte donde, a finales del siglo II a.n.e. se produjeron las invasiones de los pueblos cimbrios y teutones. Estas oleadas migratorias violentas fueron detenidas en los Pirineos y los historiadores romanos reconocen que no fue gracias a ellos sino a los propios indígenas. Ahora sabemos que entre estos indígenas había tropas procedentes del Bajo Aragón.
Referencias
Riera Vargas, Roger. Estelas ibéricas con lanzas y tropas auxiliares en el nordeste peninsular. Gladius 33: 39-56. 2013.